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Que te guíen en el camino, pero no te digan cómo recorrerlo

Foto del escritor: Pablo Damián BracacciniPablo Damián Bracaccini

Foto tomada en una práctica del parque
Foto tomada en una práctica del parque

La importancia de tener un mentor es innegable, pero la verdadera maestría radica en desarrollar nuestro propio estilo. Un mentor puede ayudarte a escapar de las limitaciones que te impones, guiándote hacia tus objetivos, y lo sigo comprobando en mi experiencia al apoyar a otros. Uno de los mayores beneficios de tener un mentor es que, como se dice, dos cabezas piensan mejor que una. Contar con diferentes perspectivas resulta invaluable en momentos de bloqueo.


Un mentor aporta experiencia y un recorrido previo que el practicante debe comprender y respetar. Es esencial escuchar con una mente abierta, sin juzgar ni frustrarse si las cosas no resultan como uno espera. La responsabilidad del mentor es compartir el aprendizaje de toda una vida, y como practicante, he confiado en esa experiencia para avanzar. Delegar parte del proceso en un mentor no es un signo de debilidad, sino una estrategia inteligente en una sociedad que avanza a toda velocidad. El deseo de mejorar no debe convertirse en una fuente de frustración o estrés.


Dejarse guiar por la voz de la experiencia tiene beneficios tanto físicos como mentales. En el ámbito físico, un mentor puede mostrarte caminos más sencillos o progresiones que quizás no habías considerado. En lo mental, permite descansar la mente al delegar la preparación de un plan o estrategia. Sin embargo, al final del día, nadie puede hacer el trabajo por ti: la responsabilidad y el mérito de los logros siempre serán tuyos.


Es fundamental valorar y respetar el trabajo que un mentor hace por nosotros. Una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido es el respeto hacia mis maestros en cualquier disciplina. Saber respetar es parte de la vida y un código ético que honra el esfuerzo de los demás. Hoy puedes ser alumno, pero mañana serás un ejemplo para alguien más. Nunca olvides que, así como observas a otros, también hay quienes te observan a ti.


Por ello, creo firmemente que la relación entre estudiante y maestro es un ciclo de retroalimentación constante. Ninguna de las partes es más importante que la otra. Cuando enseñas, también aprendes. Como alumno, es crucial aceptar lo que te enseñan, rendirte a la práctica y reflexionar en privado sobre lo aprendido, cuestionándolo constructivamente. Como profesor, no se trata de imponer, sino de compartir abiertamente todo el conocimiento. Esa es la esencia auténtica de cualquier disciplina, práctica o actividad.


"El maestro abre la puerta, pero eres tú quien debe entrar." — Viejo proverbio chino


Momento capturado en el taller de Movisiento en Ibiza

 
 
 

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